“Ponemos de relieve que el turismo bien concebido y bien gestionado puede hacer una contribución importante a las tres dimensiones del desarrollo sostenible, tiene estrechos vínculos con otros sectores y puede crear empleo genuino y generar oportunidades comerciales.” (Naciones Unidas, Conferencia Rio+20, 2012)
Uno de los desafíos más importantes que afrontamos los docentes y extensionistas universitarios es la formación de recursos humanos apropiados, el entrenamiento de los estudiantes para desarrollar las capacidades de escucha y observación, de análisis de problemáticas rurales comunitarias considerando especialmente las situaciones individuales y del entorno familiar inmediato, y la elaboración de propuestas de trabajo inspiradas en el Turismo Rural bajo parámetros de sostenibilidad y como agente de cambio y desarrollo de las localidades y parajes del interior del país.
Uno puede andar solo por la vida, tratando de contagiar a otras personas un espíritu emprendedor, de cambio y con posibilidades concretas de progreso pero el sabor será diferente. Si uno va solo, ese uno se sentirá vacío.
Formar profesionales socialmente sensibles, comprometidos con las comunidades y atentos a las diversas realidades es en mayor medida gratificante y multiplicador de agentes especializados que acompañen codo a codo a las comunidades en sus intenciones de unirse a los proyectos de Turismo Rural Comunitario de los que pueden ser parte. Mediante la generación de atractivos turísticos se obtienen ingresos extra y complementarios, se produce una mejora en la calidad de vida de las familias y, en esencia, se logra la retención de jóvenes y mujeres en su terruño, del que se veían forzados a partir en búsqueda de mejores oportunidades.
El Turismo Rural es una actividad que crea puestos de trabajo especializados, reconociendo los saberes locales y rescatando identidades culturales, valorando recursos y reapropiándolos ante la posibilidad de poder contarlos a otros y compartirlos trasmitiendo su importancia, su historia y – por qué no- también las leyendas que han inspirado.
En ocasiones la sola visita de los grupos de trabajo moviliza intereses latentes y genera grandes expectativas, pero no hay recetas aplicables para todo el mundo, o para todo el país por igual. No resuelven de la misma manera las cuestiones que puedan surgir en el norte, en el centro o en el sur; cada rincón tiene sus particularidades, sus riquezas y su cotidianeidad, cada una de ellas dignas de ser mostradas y compartidas con otros. En esto las mujeres y los jóvenes suelen ser quienes más disponibilidad tienen para emprender y sostener los proyectos turísticos ya que los hombres de la casa, por ser generalmente sostén de familia, suelen pasar varios meses fuera, trabajando la tierra o participando de cosechas.
¿Qué podemos hacer entonces? Escuchar, acompañar, compartir conocimientos e ideas, detectar intereses y posibilidades, desarrollar proyectos, guiar su implementación y vincular actores necesarios para que se logre un producto sólido y perdurable en el tiempo, que beneficie a la mayor cantidad de familias posible. También demostrar que el turista busca confort y buena atención pero básicamente autenticidad. Si hablamos con alguien sobre que puede ofrecer tortas fritas al visitante y compartir su elaboración, hagamos una prueba para que pueda ver que es posible, que su quehacer es interesante para otros y que les puede dejar una hermosa enseñanza repleta de tradición local y de simpleza auténtica; si le proponemos a alguien que comparta un paso de baile para que el turista “se lo lleve puesto”, bailemos con ese alguien y aprendamos cómo hacerlo; si llegamos a la conclusión sobre que guiar un buey puede ser un atractivo para un foráneo, veamos juntos cómo sería la experiencia y hagámosla. Ponerse en el lugar del otro ejercitando la empatía no es fácil, pero genera resultados tangibles y permite visualizar y ver en el terreno real de qué estamos hablando en la teoría.
Los objetivos de base de cada viaje a campo que realizamos con los estudiantes de la Tecnicatura en Turismo Rural de la Facultad de Agronomía de la UBA consisten en interesar a los pueblos en actividades nuevas, vincular personas con intereses similares, poner en valor la identidad cultural, fomentar proyectos en armonía con el entorno e impulsar programas asociativos para el desarrollo local de las comunidades rurales. Muchas veces las ideas prosperan satisfactoriamente, otras quedan encendidas y poco a poco se van concretando. En todos los casos, la intervención moviliza de una u otra manera a la totalidad de la población o a parte de ella. El mayor desafío que se encuentra es lograr que las comunidades puedan descubrir en su cotidianeidad oportunidades de inclusión, desarrollo y progreso, no solo para ellos, sino para las futuras generaciones.
¿Se puede? Sí, se puede. La predisposición y la sensibilidad son clave para ayudar a descubrir la magia de despertar pasiones y valorar recursos para compartirlos con otros.
Lic. Graciela Inés Gallo es Docente y Extensionista en la Universidad de Buenos Aires, UBA. Consultora especializada en Turismo Rural. Emprendedora y vocera de los valores de nuestra querida Argentina tierra adentro.